lunes, 21 de septiembre de 2009

Las campanas de Urruña

Es mirada poética aquella que transfigura la realidad al tiempo que se desentiende de lo necesario o de lo útil. Si hubiera que elegir un emblema que la representara, bien podría servirnos ese reloj de la iglesia de Urruña que figura en uno de los libros de Pío Baroja -"El País Vasco"-, y que no sé si aún existe. Se trata de un reloj de sol, con las horas en números romanos y una sentencia en latín que dice: Vulnerant omnes, ultima necat . "Todas hieren, la última mata". Bernardo Atxaga. Otra mirada.

Campanario de urruña, frontón, y más cosas

No se trata de “trolas”, sino de miradas poéticas. Al menos es lo que uno hace cuando un verano no se mueve, o se mueve solo fugazmente, del lugar en que transcurre su vida el resto del año, y su alma le pide más para saciarse. La mirada poética te permite pensar que la campana de Urruña era la que tañía en tus sueños (“aquella campana de bronce de una aldea del Iparralde”), el lugar donde las almas confluyen, donde todo parece cobrar sentido en un momento dado. Pero una vez más, volvemos a la realidad y vemos que todo forma parte de nuestro inacabado regreso a Itaca. Es nuestro viaje interior.

Escribió Konstantinos Kavafis: “mas no hagas con prisas tu camino; mejor que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino. No has de esperar que Itaca te enriquezca; Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. Sin ella, jamás habrías partido; mas no tiene otra cosa que ofrecerte.”

Lo malo es que este viaje no conlleva carretes de fotos, ni camisetas de recuerdo, y por supuesto, difícilmente elevará la audiencia. Ya lo siento, pero no he podido ir a otra parte y ya os hablé de que el verano en el Mediterráneo es un estado alterado de la conciencia, estado éste donde Itaca parece tan cercana que crees poder tocarla con la punta de los dedos…

Existe una fe, más allá de la del niño-cura, que nos hace mantenernos en el camino -“conserva siempre en tu alma la idea de Itaca”-, pero que necesita alimentarse, reinventarse, o regenerarse. Un gran desgaste que se podría utilizar en otros quehaceres. Da lo mismo una caboverdiana, un robot, un boroti… que lestrigones o cíclopes; qué son sino las “fieras de nuestro circo imaginario” contra las que nos debatimos regularmente. Acabada la lucha, queremos pensar que todo esto sirve para algo, que lo importante no es que las cosas acaben bien o mal, sino creer firmemente que las cosas tienen un sentido, sea cual fuere el resultado final.

En mi camino, esta vez no hubo sirenas post-modernas ni actualidad musical, más bien un retorno a las fuentes. Mi banda sonora ha sido, entre otras, la cantata 140 de Bach, Wachet auf, ruft uns die Stimme, "Despertad, os llama la voz". Está inspirada en unos pasajes bíblicos, donde se narra la historia de una muchachas que han de estar preparadas para la llegada del novio. Algunas lo están y otras no, por lo tanto estas últimas se descuidan y llegan tarde, llaman a la puerta y Dios les dice: no os conozco.

Así pues, Niño-cura, Vaklas, Rebelde Maoista, Albemut, Isadora, Carlita, Borotis, y todos los demás seres de la blogosfera: Despertad, os llama la Voz!. Estad atentos a la Voz.



viernes, 18 de septiembre de 2009

Misterios



Ayer fui al concierto de un señor muy elegante y cavernosa voz. Se llama Leonard Cohen. En la entrada vendían camisetas con su rostro y un lema que lo resume todo: “Canciones de amor y odio”.
Empecé a interesarme por sus canciones después de escuchar decenas de veces la versión que hizo Jeff Buckley de uno de sus himnos: Hallelujah. Otra canción de amor y odio, de infinita tristeza.
Una noche, Buckley se adentró nadando en el río Mississippi y murió ahogado a la edad de 30 años. Su muerte es aún un misterio. Un misterio como la belleza de las canciones de Leonard Cohen.



jueves, 10 de septiembre de 2009

Impuesto revolucionario


“El ejército nepalés continúa con sus operaciones contra los cabecillas maoístas en las zonas rurales y en algunas ciudades. El Ministerio de Asuntos Exteriores desaconseja visitar algunas regiones del país: Kalikot, Jajarkot, Rolpa, Rukum y Sallyan. En Nepal, es de suma importancia hacer gala de la mayor prudencia y mantenerse informado sobre la actualidad”.

Lonely Planet de Nepal


“Un buen revolucionario es el primero en coger las armas y el primero en abandonarlas”, afirmó al conocer nuestra procedencia. Haber caído en la celada que nos tendió un grupo armado me pareció entonces más verosímil que el hecho de estar hablando del conflicto vasco con aquel guerrillero. El hombre, con sus buenas maneras y el rostro aniñado a pesar de los años, desmentía la idea que nos habíamos hecho de los maoístas leyendo los periódicos de Katmandú: jóvenes de ojos feroces y gestos rápidos.
Mientras sus compañeros disfrutaban de los cigarrillos que les habían confiscado al grupo de italianas que viajaban con nosotros, el Sargento -así se hacía llamar- nos contó que había estudiado tres años de Biología en la Universidad de Paris VI antes de volver a Nepal con las ideas claras. Después, la conversación volvió a caer en la misma falla: “La lucha de ETA debió terminar después de la muerte del dictador”. Isadora y yo suscribíamos moviendo la cabeza con la misma energía con la que hubiéramos respaldado lo contrario -hay que decir sin embargo que, si nos olvidamos de su ametralladora colgada al hombro, la tranquilidad del Sargento era la que uno atribuye a un monje budista-. “El país de los vascos no apoya a ETA, así que lo único que deberían hacer es rendirse”, continuó.
Después de pagar una “simbólica aportación” de 50 dólares a la causa maoísta, pudimos montarnos junto a las italianas en el todoterreno que boqueaba camino de Pokhara.

Al día siguiente, nuestra casera nos entregó un sobre que alguien había dejado para "los vascos". El Sargento nos pedía un favor [la traducción del francés es obra de Isadora]:

“Amigos vascos:
Ayer hablamos del País Vasco, y sé que os sorprendió. Durante mi estancia en París conocí a un grupo de refugiados vascos. Algunos de ellos frecuentaban los mismos bares y los mismos mítines que yo. En aquella época yo tenía una novia con la que viajé al País Vasco ante la insistencia de aquellos amigos. Conocí la situación vasca y discutimos mucho con ellos. Por suerte, el vino y las comidas que nos preparaban siempre se impusieron a las diferencias políticas. Guardo un buen recuerdo de ellos y, cómo no, de aquella mujer. Hace mucho que no sé de ella, y por eso os quiero pedir el favor de que le hagáis llegar esta carta. Prefiero que dejéis el sobre a la dueña del hotel si os sentís comprometidos. Muchas gracias”.



*Para Isadora, a quien le cambié Argelia por la tranquilidad de Nepal