martes, 24 de marzo de 2009

El canario blanco

Koldo fotografiado por El País

No es casualidad, es causalidad” diría más de uno o una. Yo en cambio quiero creer que se trata de estados alterados de percepción, durante los cuales logramos filtrar ruidos, imágenes e interferencias para captar relaciones encubiertas. Pero en fin, trátese de coincidencias, destinos o alucinaciones, sigue siendo todo muy interesante."
Julio Cortázar


Sentados en una terrraza hacíamos tiempo antes de poder entrar a la exposición de Francis Bacon en El Prado. Una mañana radiante en la que no faltaban los suplementos culturales de los periódicos para escenificar una idea de la felicidad tan volátil como pedante. En la página 40 del ABCD de las Artes y las Letras me llamó la atención una crónica de Fernando Castro Flórez titulada Esto no es una performance; un texto en el que su autor relaciona algunos trabajos de arte contemporáneo con el refugio de un singular trapero que vive en las calles de Madrid y que se hace llamar Koldo “por su querencia vasca”.

El texto comienza así:

“Lleva allí tres años, aunque la primera vez que me quedé clavado viendo su montaje fue hace apenas diez días. En la puerta de lo que fuera el Hotel Suecia, en Madrid, hoy tapiado y aparentemente arrojado al despiadado proceso de la reforma, un homeless ha dispuesto una cantidad increíble de cosas. Aunque no tenga muy claro cómo clasificarlas, la primera impresión es la de que todo aquello parece una obra de arte contemporáneo (…) Una cebolla con un tornillo; unas telas sobre una tabla; dibujos y firmas sobre un plástico que le sirve de tienda de campaña; unos ladrillos sobre un microondas inútil donde, con alcohol de quemar, cocina. Da la impresión de que hubiera ojeado catálogos de Mike Kelley o Paul McCarthy e, incluso, podría ser un compadre de Thomas Hirschhorn, aunque con menos pretensiones filosóficas, dejando de lado ese rollo deleuziano o blanchotiano (…) En una cristalera mugrienta ha colocado cuatro páginas dobles de un suplemento cultural. No puedo por menos que intentar preguntarle qué significa eso y por qué lo ha colocado ahí. La respuesta es concisa: No tengo ni puta idea.”

Thomas Hirschhorn, The incommensurable

Por la tarde, embriagados aún por la exposición de Bacon, callejeamos por una ciudad pletórica, un Madrid vitalista y alegre, pesadilla probable del universo Esperanza Aguirre. Poco después de doblar la calle del Círculo de Bellas Artes dimos con la extraña construcción de tablas y plásticos que había visto en la fotografía que ilustraba la crónica. Asombrados, nos acercamos para leer las pintadas. “Gernika Lumo”. Koldo no estaba, así que continuamos la marcha hasta que, cien metros más adelante, frente al Teatro de la Zarzuela, distinguimos a un mendigo que se acercaba a las personas que salían a aquella hora de una función. Cuando se nos acercó, Isadora le preguntó: “¿Eres Koldo?" Y él respondió: “Sí, uno de ellos”. Así comenzó una conversación delirante en la que Koldo alternaba magníficas piruetas verbales -”Vi un canario blanco que murió y creí que se había muerto el mundo entero”- con recuerdos de sus visitas a Euskadi. “¡Menuda noche en Mondragón: la botella de Coca-cola, en frente el hospital y al otro lado la fábrica! ¡Menuda noche! Qué pueblo más feo Mondragón, ahora que Eibar...”. Al oir Mondragón me vino a la cabeza el recuerdo de otro outsider: Leopoldo María Panero, autor de Poemas del manicomio de Mondragón:

“Al amanecer los niños montaron en sus triciclos, y nunca regresaron”.

Al despedirnos, Koldo esbozó una sonrisa y nos dijo lo que tantas veces habrá tenido que escuchar en los bares de Euskadi: “Zoaz kalera!”.

Al día siguiente, otro día de sol y terrazas, volví a sorprenderme con un artículo de opinión en El País que parecía escrito para la ocasión. Llevaba por título El trapero y la política y lo firmaba Reyes Mate:

“El trapero dispone de un punto de vista privilegiado para analizar las sociedades avanzadas. Cuando el trapero hace su ronda de noche pincha con el chuzo de trabajo cartones sueltos con palabras descoloridas tales como prestigio, científico o campeón. El desecho es sólo el momento posterior de lo que unas horas antes tuvo glamour y que ahora es papel ajado. Ve su condición de mendigo no como un oficio aparte, sino como un estado que amenaza a cualquiera”. Pero el lamento de Reyes Mate, la noticia que mueve a escribir, tiene su origen en la decisión del "Ayuntamiento de Madrid de multar con 750 euros a quien rebusque en la basura.”

Imagino a Koldo recopilando cartones para sus pintadas. Imagino una patrulla de la policía que se acerca con una multa. Imagino a Koldo montando en su triciclo para no regresar jamás.

sábado, 7 de marzo de 2009

Elvis Perkins



Hace un par de años Barallobre me recomendó el disco de un todavía desconocido cantante folkie. Fue todo un hallazgo, y la crítica musical lo incluyó entre los mejores del año. El disco se titulaba Ash Wednesday y lo firmaba un tal Elvis Perkins. En su caso, resulta inevitable acercarse a sus orígenes familiares puesto que es hijo del actor Anthony Perkins y la fotógrafa Berry Berenson, quien viajaba en uno de los aviones que se estrelló contra las Torres Gemelas. Fruto de aquella experiencia traumática nacieron canciones como la que da título al disco:



Ayer Barallobre me dio la buena noticia de que Elvis Perkins anunciaba nuevo disco para el 10 de marzo: Elvis Perkins in Dearland. Esta mañana, con la venia de la SGAE, lo he podido escuchar y me apresuro a decir que vuelve a ser magnífico. Como adelanto, os dejo el vídeo de la grabación del primer corte, Shampoo. Una canción que dedico a un amigo que ayer me habló de sus tormentas eléctricas: