lunes, 15 de septiembre de 2008

Una sensación de tristeza



Recuerdo que hace algunos meses alguien me preguntó quién era, en mi opinión, el mejor escritor vivo. Con preguntas así uno sólo puede ponerse muy serio, cerrar los ojos para crear un clímax de tensión/meditación intelectual y soltar con toda la seriedad que tenga a mano el nombre que se le pase por la cabeza. Aquel día el nombre sonó -incluso para mí- excesivamente rotundo y es probable que el amante de las clasificaciones se sorprendiera al escucharlo porque el autor elegido no era una celebridad.
(¿Existen las celebridades literarias al margen de las listas de éxitos en este inframundo cultural?)
Ahora que pienso en ello es también muy probable que si me hubieran hecho la misma pregunta esta mañana la respuesta habría sido la misma, algo que me aleja de esa personalidad contradictoria y vehemente que a veces quisiera poseer; una personalidad poliédrica, singular, que me permitiese observar lo que sucede a mi alrededor con esa mirada alucinada que tan bien describe Karl Jaspers en su libro Genio artístico y locura.

Os cuento todo esto porque el padre del que para mí era el mejor escritor vivo ha explicado al New York Times que “su hijo sufría desde hace veinte años fuertes depresiones que sólo pudo combatir con medicamentos”. Al tiempo que en El País Eduardo Lago recuerda lo que el escritor le respondió hace un par de años en una entrevista: “Desde un punto de vista materialista los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy potente y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas”.

Y esta declaración nos lleva a la gran cuestión en torno a la cual gravita su proyecto artístico: ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de esta desconexión entre el individuo y la sociedad? La respuesta a esta interesante pregunta la podéis encontrar en libros como La niña del pelo raro, Entrevistas breves con hombres repulsivos, Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer, Extinción, La broma infinita y Hablemos de langostas.

Llegados aquí os habréis imaginado que la cosa acaba mal. Y no os equivocáis. El mejor escritor vivo dejó de serlo el pasado viernes: David Foster Wallace se ahorcó en su casa de Claremont, California, a los 46 años de edad.

Foster Wallace se ha cansado de esta broma infinita. ¿Le encontraremos los demás la gracia?


Mi modesto homenaje a DFW: Festival, de Sigur Ros:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que aunque esta broma no tenga ni puta gracia más nos vale reirnos. ¿Nos pareceremos entonces a esos tres de la portada? espero que no. Vaklas consigues conmoverme. Tu homenaje me ha encantado . DFW parece estar escuchándote.

Vaklas Eroski dijo...

Muchas gracias "An�nimo".
S� habr� que re�rse, apretar los dientes y dibujar una sonrisa de oreja a oreja. Y, no, desde luego que no nos parecemos ni nos pareceremos nunca a esos cabrones.
Por cierto, y hablando de risa, no quisiera que los que no hayan le�do a DFW se queden con la idea de que es el t�pico escritor atormentado. DFW es -me resisto a usar "fue"- un gran gamberro, un tipo con un Humor de Destrucci�n Masiva de lo m�s contagioso.
Hasta pronto,
Vaklas