martes, 7 de octubre de 2008

Punk de corazón


Damien Hirst, Home Sweet Home, 1996.


Una instalación que el popular y cotizado artista británico Damien Hirst montó en el escaparate de una galería de Londres fue desmantelada y arrojada a la basura por un encargado de la limpieza al creer que se trataba de desperdicios.
La obra -una colección de tazas de café medio llenas, ceniceros con colillas de cigarro, botellas de cerveza vacías, una paleta embadurnada con pintura, un caballete, una escalera de mano, pinceles, envoltorios de caramelos y páginas de periódico esparcidas por el suelo- era la pieza central de una exposición de arte de edición limitada que la Eyestorm Gallery mostró a un grupo de VIPs en el curso de una fiesta preinauguración.
El señor Hirst, por entonces de treinta y cinco años, el miembro más famoso de una generación de artistas conceptuales conocida como los Jóvenes Artistas Británicos, la había montado y firmado personalmente, y Heidi Reitmaier, jefa de proyectos especiales de la galería, estimó su valor de venta en “seis cifras” o cientos de miles de dólares. “Es un Damien Hirst original”, explicó.
El encargado de la limpieza, Emanuel Asare, declaró a The Evening Standard: “En cuanto vi aquel desastre resoplé. A mí, arte no me pareció mucho. Así que lo metí todo en bolsas de basura y lo tiré”.

Esta anécdota y algunas más le sirven a Donald Kuspit para reflexionar sobre el arte de nuestros días en su libro El fin del arte (Akal, 2006). En un breve repaso de las notas que he ido cogiendo durante su lectura encuentro algunas afirmaciones muy sugerentes:

“El arte elevado puede tener algo que decir a los pocos que son felices, pero nada a los muchos que son desgraciados”.

“El arte no es ya tan raro o perturbado; está próximo a la vida cotidiana, si bien un poco más divertido y emocionante, quizá sólo porque no tiene una utilidad clara”.

“El arte ha sido sutilmente envenenado por la apropiación social, por el hincapié en su valor comercial y entretenimiento de alto nivel, lo que lo convierte en una especie de capital social”.

Este pasado domingo El País publicaba un reportaje sobre Damien Hirst y el negocio que se trae entre manos. “La subasta de sus obras en Sotheby's los pasados 15 y 16 de septiembre han hecho historia. Era la primera vez que una casa de subastas ponía a la venta obras recientes directamente del estudio de un artista vivo, sin intermediarios como galerías o agentes, y sin que provengan de un coleccionista. Se pusieron a la venta 223 lotes en dos sesiones y se obtuvieron 140 millones de euros”.

Hirst calificó la operación de "acto democrático en el que cualquiera puede optar a la obra directamente". También dijo en la presentación de la subasta que se siente un “punk de corazón”. Fuentes próximas al artista han desmentido que se sonrojase con tal afirmación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi hermano le pondría claramente a engrasar a este tipo...andando se quita el frío.
Un saludo a todos mis lectores...se ma ha pegado el ego de Dami

Vaklas Eroski dijo...

Pues si es capaz de poner a engrasar lo que sea a este tipo el "artista" será tu hermano.

PD: lo de tu ego subido no es para menos si tenemos en cuenta lo bien que te salen los pimientos rellenos y los txipirones...

Anónimo dijo...

A ese tío habría que quemarle junto a sus diamantes y sus pijadas(si entra el FBI en este blog que sepa que hablo en figurado...aunque tampoco muy, muy figurado pero bueno).En la plaza de mi pueblo hay bastante sitio cuando quitan la carpa...podemos adjuntar al fuego algún financiero...estos tienen bastante que ver con el petroleo y todo ayuda.