domingo, 11 de enero de 2009

Buhoneros en Baviera

I. ¿Qué es una deriva?

La deriva es un procedimiento situacionista que consiste en renunciar durante un tiempo a las motivaciones a las que suelen obedecer nuestros desplazamientos. El concepto de deriva está ligado al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica y a la afirmación de un comportamiento lúdico-constructivo que se opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de viaje y de paseo. Recorrer un espacio sin obedecer a ningún tipo de condicionamiento previo para dejarnos llevar por los lugares que nos ofrece la ciudad y por los encuentros que en ella pueden acontecer.

II. Elección de una ciudad

Nada menos aleatorio que un buscador de vuelos baratos. En menos de diez minutos la pareja participante en esta deriva ha reservado un vuelo a Múnich. El resultado responde a factores exógenos -y tan poco situacionistas- como el precio de los billetes, las fechas y los horarios de salida y de llegada.

De forma deliberada, la única información práctica disponible es la dirección del hotel y la manera de llegar a éste. Un conjuro: echar al fuego la Lonely Planet de Alemania y las novelas de Klaus Mann.


III. 27 de diciembre de 2008 (09:00-16:00h.)

Frauenkirche/Theresienwiese

Cogemos el metro en la estación de Gern y nos bajamos en una parada que, a tenor del gentío que se agolpa en los andenes, parece céntrica. Caminamos por una avenida peatonal que nos intimida por su arquitectura y por el viento glacial que sopla en el sentido contrario a nuestra marcha. Al fondo, una pared montañosa -probablemente los Alpes-; un poco más abajo, dos torres de ladrillo rojo de una altura considerable coronadas por sendas cruces. La progresiva concentración de gente y la proliferación de establecimientos comerciales confirman que estamos en el centro de la ciudad. Un gran rectángulo vallado delimita una pista de patinaje sobre hielo en mitad de la avenida. Decenas de niños y adolescentes se deslizan con cautela. Destaca un hombre entrado en la cincuentena que efectúa algunas cabriolas de mérito (la seriedad en su expresión y el mentón que apunta, firme, hacia algún lugar por encima de él denotan concentración o algún tipo de desorden mental). Las caídas son numerosas y el hombre sortea con pericia los pequeños cuerpos que tratan de recuperar el equilibrio.

Proseguimos la caminata hasta detenernos frente a la gran mole de ladrillo rojo (después sabremos que se trata de la Frauenkirche, la catedral de la ciudad). Allí, al lado de la entrada una mujer protegida del frío con un ushanka de piel ofrece vino caliente en un pequeño puesto. Nos explica que lleva canela y que se llama Glühwein, una bebida muy típica en Navidad. Es una mujer locuaz que salta de un tema o otro, de una pregunta a una respuesta.

Después de servirnos un segundo vino nos pregunta si alguna vez hemos soñado con ser beatniks. Isadora y yo nos miramos sin saber qué contestar. Ella sonríe en silencio, espera una respuesta. Le cuento que a los veinte años leí con pasión los libros de Kerouac y Burroughs; trato de contarle el shock que me causó el Live at Budokan de Dylan a los 15 años... Ella sonríe y me interrumpe: “No, me refiero al espíritu beatnik, a los viajes como necesidad vital, al movimiento sin motivo”. De nuevo Isadora y yo nos miramos; ninguno de los dos se atreve a explicarle el planteamiento inicial de nuestro viaje. La conversación se cae y se levanta como los patinadores sobre hielo hasta que Christabel -así se llama la mujer- nos invita a acompañarla al parque Theresienwiese, en el que se celebra desde hace doscientos años el Oktoberfest. Fieles a nuestro propósito inicial, aceptamos felices y le ayudamos a recoger el puesto.

Christabel carga una mochila en la que lleva un gran termo de vino. Al subirnos a un tranvía nos desvela el motivo de la visita al parque: desde hace varios días dos jóvenes estadounidenses, acompañados de un grupo de músicos húngaros, ofrecen conciertos gratuitos que el boca a boca recomienda con entusiasmo. Tal es así que la prensa local se ha hecho eco del interés que el improvisado combo ha despertado en los círculos culturales de la ciudad. Al parecer -relata Christabel- los chicos forman parte de un grupo de cierto prestigio en la escena neoyorquina y han viajado a Baviera a conocer Hof, ciudad de la que huyeron sus abuelos cuando comenzaron a caer las bombas.

IV. Coda

El invierno alemán no atemoriza a las trescientas personas que aplaudimos las versiones acústicas del quinteto de clara inspiración beatnik. Christabel hace negocio sin descuidar el baile. De vuelta al hotel admito a Isadora que sí, que debería dejarme llevar más a menudo por la deriva.

Os adjunto la grabación que hice con mi teléfono móvil. Al fondo, la luz sortea las torres de la Frauenkirche:

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por compartir el momento con nosotros, Vaklas. Al principio me despisto la calidad de imagen y sonido de tu movil, esas dos torres.. los Felice Brothers en verano del 97 en Cornbury... Pero recordé las palabras de J. Sabina "todo el mundo me pregunta si la historia es verdadera, pero a mi solo me preocupa si la canción es bonita". En este caso, la historia lo es, y sobradamente!. Un abrazo.

Vaklas Eroski dijo...

Odradeeek!

Me alegra mucho leerte de nuevo. Tiene razón Sabina, pero yo juraría que todo lo que os cuento es verdad. A ver qué nos dice Isadora sobre lo que ocurrió el pasado 27 de diciembre. Por cierto, cuando escribía la historia quise recordar el nombre del grupo de los chavales y no hubo manera: The Felice Brothers, exacto.
En cuanto a lo de la calidad de la grabación: es lo que tiene cambiar de Nokia a un iPhone. Un abrazo (y espero más textos, vaguete!)
V.

Anónimo dijo...

Vaklas,
no me cabe ninguna duda de que todo lo que cuentas es cierto. Si no echaste también al fuego los libros de otro alemán,Hermann Hess, podrás releer en algún lugar de Demian que "las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse".
En cuanto a la siguiente parte, también tienes razón, he andado desconectado del ciberespacio, pero espero poner nuevos textos, tan reales o irreales como la vida que he elegido vivir.

Anónimo dijo...

Tú lo has dicho Odradek, la vida se elige, la deriva es un ejercicio... ¿o era al revés? Bah, creo que he descubierto las intenciones de Vaklas: está intentando forjarse poco a poco, sutilmente, un pasado (verdadero o falso) al estilo Coelho. No te esfuerces Vaklas, grabar conciertos con tu móvil es un primer paso, pero nunca le alcanzarás.

Anónimo dijo...

Herví tu alma, creía que cocido se conservaría mejor que en crudo, pero no fue así, el alma se evaporó buscando su deriva...aunaque en las notas de los músicos de vez en cuando aparecía...

Luis G. Centoira dijo...

Hola, Vaklas:
La calidad de la grabación del móvil, muy buena... El texto, muy visual, pero lo que más me ha gustado ha sido la imagen del viejecillo resbalando sobre el hielo.
Geppetto.