jueves, 16 de abril de 2009

Since then, he never travels by his own



Sostiene Slavak que conoció a Luisinho en las calles de Alfama, aunque eso no lo sabría hasta años más tarde. Era verano, vacaciones familiares, ningún amigo. El chico que empezó a jugar con él se fue corriendo con la peonza. Durante un tiempo al pequeño Kieros le consoló el hecho de haber conservado, gracias a un tímido pero tesonero apretón de la mano, el cordón necesario para hacerla girar.

Slavak sostiene que lo vio de nuevo cuando volvió, ya con novia y con un recuerdo idealizado de la Lisboa que realmente vivió. Trabajaba Luisinho de conductor del tranvía a Belem, y no recuerda, sostiene, si llevaba coleta o algún tipo de pendiente. Por el trato que daba a los pasajeros, Slavak pensó que era un hombre amargado por su trabajo, probablemente el mejor al que podría aspirar. Cuando le miró con desprecio al recibir un pago incorrecto por los dos billetes, Slavak reconoció, en un escalofrío de temor infantil, a aquel niño de la calle que le descubrió su vulnerabilidad y desprotección frente al mundo exterior. Sostiene Slavak que el conductor del tranvía no dio señales de reconocerle, y enseguida se rió de su ataque de pánico retrospectivo.

Pasaron más años y otro par de viajes a Lisboa antes de verle de nuevo, esta vez de visita con dos amigos lisboetas exiliados, sostiene Slavak. Sostiene Slavak que no fue hasta dos días después que reconoció a Luisinho en el camarero, y probable propietario, de Casa Transmontana.
La noche de su llegada entraron allí a cenar, un local con el aspecto suficientemente descuidado, incluso con cierta pátina de negligencia, la justa para sentirse un poco más viajero que turista a pesar de la vajilla de gran tamaño y los manteles rojos.

El caso, sostiene Slavak, es que, después de esperar mesa tomando unos vinos verdes, y nada más sentarse, decidieron abandonar el local cuando el camarero la tomó con una clienta venezolana que había decidido no pagarle el queso que, según él, él mismo ordeñaba de sus propias cabras. La decisión se vio acelerada cuando el camarero osó citar a la monarquía española ("por qué no se calla", sostiene Slavak) en una discusión que empezaba a tomar tintes barriobajeros.

Sostiene Slavak que antes de marcharse pagaron en la barra tres euros por los vinos a una camarera con cara de circunstancias.

El vinho verde es el souvenir de la tristeza, sostiene Slavak.

Dos noches más tarde Slavak cenó con sus dos compañeros de viaje en un bar de Alfama, conocido lugar de reunión de grupúsculos terroristas vasco-portugueses, sostiene. De vuelta al Bairro Alto debió removerse algo en su subconsciente, sostiene, porque convenció a sus -a estas alturas- tristes amigos para que pasaran por Casa Transmontana a saludar de parte de la realeza al desconsiderado camarero.
Todo sucedió muy rápido, sostiene Slavak; no recuerda si fue cuando la camarera les cobró cuatro cincuenta por los mismos vinos de la otra vez, o si fue la mirada del camarero de vuelta fugaz del comedor, o la melodía del fado reciente de Alfama, pero se le heló la sangre y, no sabe muy bien cómo, en el barullo que formaba una familia vasca en la puerta, se vio fuera, en la seguridad de la calle, sujetando la copa de vino verde como si fuera aquel cordón del honor y temblando como aquel pequeño Kieros asustado.

Sostiene Slavak que aún tiró el contenido de la copa al suelo, como temiendo contaminarse de la amenaza primigenia de Luisinho. Hasta sus dos amigos parecían contagiados de su inexplicable temor, y apuraron de un trago los vinos para poder sumergirse cuanto antes en la negritud belga e insular de la noche prefabricada para los turistas. Sostiene.

4 comentarios:

Vaklas Eroski dijo...

Tu verdad no coincide con la mía. Y bien sabes que yo tengo la Verdad. Así que no te escondas tras esa enloquecida narración.

Luisinho dijo...

Tabucchi is dead, cabrois!

Jemerinho (Castelo) Branco dijo...

¿A quién te diriges Vaklas?
La declaración de Kieros Slavak está(ba) -¡ediciones fantasma! ¡censura!- transcrita con fidelidad, aunque ya sabemos que el mismo gusta de adornar un poco la Verdad, y, si hace falta, amputarla un poquito también, para hacerla suya.

Luisinho, ¿te has cargado a Tabucchi? ¿le conoces? Lo primero me sorprendería menos...

Jemerinho Branco dijo...

¡Eh, Luisinho! Sin rencores ¿eh? Eres un tipo legal.
Tu vino y tu queso están buenísimos, y qué local ¡!

(Bueno Slavak, ya estás tranquilo ¿no?, venga, venga, duerme, duerme...)